Cuentan que James Eugene Carrey (Jim Carrey) nació extrovertido. En la
escuela tenía un pacto: si se portaba bien los profesores le dejaban
actuar para todos los niños durante unos minutos al final del día. Tal
era su vocación. Ni siquiera acabó el colegio. En 1979, lleno de ganas
por triunfar, dejó su Toronto natal y se fue a Los Angeles.
Durante una década Jim Carrey se fogueó en multitud de locales nocturnos y tuvo tiempo de casarse y tener una hija. Y sus locuras acabaron llamando la atención de los cazatalentos de la pequeña pantalla. Triunfó y desde las sitcoms dio el salto al cine. En apenas un año protagonizó Ace Ventura: detective de animales, La Máscara y Dos tontos muy tontos (1994). Tres películas que cosecharon un inesperado éxito y que catapultaron a Jim al olimpo de los cómicos.
Ya como un actor taquillero, y bautizado como el nuevo Jerry Lewis, le prestó sus payasadas a The Riddler en Batman Forever (sustituyendo a Robin Williams), rodó Ace Ventura: Operación África y, aunque cobró la suma más alta jamás ofrecida a un actor cómico, patinó con Un loco a domicilio. Un fracaso que enmendó luego con creces en la exitosa Mentiroso Compulsivo.
Temeroso de encasillarse cambió de registro y se embarcó en el El Show de Truman. Un gran acierto que le dio el Globo de Oro y le acercó al Oscar. Pero la estatuilla no llegó. Espoleado por la decepción, Carrey se metió (literalmente) en la piel del excéntrico artista Andy Kaufman en Man on the Moon. Y su trabajo fue premiado con otro Globo de Oro. Pero la Academia volvió a permanecer quieta...
Indignado, se metió de lleno en otra comedia de los hermanos Farrelly, Yo, yo mismo e Irene, donde encarnó a un policía con doble personalidad que se enamoraba (doblemente) de la misma mujer (Renée Zellweger). Y lo mismo le pasó al verdadero Carrey. El romance duró poco y la pareja se separó cuando él daba vida al verde y miserable antihéroe de El Grinch de Ron Howard.
Antes de volver a la comedia Carrey recuperó el tono “serio” haciendo de escritor en The Majestic. Sin embargo su última campanada la dio en la laureada Como Dios donde nos sorprendió a todos por su humor inteligente... y ese gag eterno ("¿Que harías si tuvieses el poder de dios?"). Pero lo que podía haberse quedado en un destello ha sido el pistoletazo de salida en una segunda época dorada de Jim Carrey. Con Olvídate de mi, Carrey ha llegado a la cima de su carrera cómico-agridulce interpretando a un tipo normal que decide borrar todos los recuerdos de su antigua novia.
Y por si era poco, en las navidades del 2004, con Una serie de sucesos desafortunados volvió a situarse en lo más alto. Posiblemente ha sido la película más taquillera en la que ha participado y en la que por primera vez el trabajo de Jim ha encantado a público y crítica. Está claro que Jim Carrey, al igual que sus personajes, es un actor lleno de sorpresas.
Dick y Jane - Ladrones de risa reunió en 2006 a Carrey con los actores Téa Leoni y Alec Baldwin, en una divertida revisión de la comedia homónima de 1977. Y es todo lo que hemos tenido de él hasta el estreno en 2007 de El número 23, un inquietante thriller en el que el personaje de Carrey se obsesiona con una novela, cuya trama parece estar calcando al dedillo las vicisitudes de su existencia.
Durante una década Jim Carrey se fogueó en multitud de locales nocturnos y tuvo tiempo de casarse y tener una hija. Y sus locuras acabaron llamando la atención de los cazatalentos de la pequeña pantalla. Triunfó y desde las sitcoms dio el salto al cine. En apenas un año protagonizó Ace Ventura: detective de animales, La Máscara y Dos tontos muy tontos (1994). Tres películas que cosecharon un inesperado éxito y que catapultaron a Jim al olimpo de los cómicos.
Ya como un actor taquillero, y bautizado como el nuevo Jerry Lewis, le prestó sus payasadas a The Riddler en Batman Forever (sustituyendo a Robin Williams), rodó Ace Ventura: Operación África y, aunque cobró la suma más alta jamás ofrecida a un actor cómico, patinó con Un loco a domicilio. Un fracaso que enmendó luego con creces en la exitosa Mentiroso Compulsivo.
Temeroso de encasillarse cambió de registro y se embarcó en el El Show de Truman. Un gran acierto que le dio el Globo de Oro y le acercó al Oscar. Pero la estatuilla no llegó. Espoleado por la decepción, Carrey se metió (literalmente) en la piel del excéntrico artista Andy Kaufman en Man on the Moon. Y su trabajo fue premiado con otro Globo de Oro. Pero la Academia volvió a permanecer quieta...
Indignado, se metió de lleno en otra comedia de los hermanos Farrelly, Yo, yo mismo e Irene, donde encarnó a un policía con doble personalidad que se enamoraba (doblemente) de la misma mujer (Renée Zellweger). Y lo mismo le pasó al verdadero Carrey. El romance duró poco y la pareja se separó cuando él daba vida al verde y miserable antihéroe de El Grinch de Ron Howard.
Antes de volver a la comedia Carrey recuperó el tono “serio” haciendo de escritor en The Majestic. Sin embargo su última campanada la dio en la laureada Como Dios donde nos sorprendió a todos por su humor inteligente... y ese gag eterno ("¿Que harías si tuvieses el poder de dios?"). Pero lo que podía haberse quedado en un destello ha sido el pistoletazo de salida en una segunda época dorada de Jim Carrey. Con Olvídate de mi, Carrey ha llegado a la cima de su carrera cómico-agridulce interpretando a un tipo normal que decide borrar todos los recuerdos de su antigua novia.
Y por si era poco, en las navidades del 2004, con Una serie de sucesos desafortunados volvió a situarse en lo más alto. Posiblemente ha sido la película más taquillera en la que ha participado y en la que por primera vez el trabajo de Jim ha encantado a público y crítica. Está claro que Jim Carrey, al igual que sus personajes, es un actor lleno de sorpresas.
Dick y Jane - Ladrones de risa reunió en 2006 a Carrey con los actores Téa Leoni y Alec Baldwin, en una divertida revisión de la comedia homónima de 1977. Y es todo lo que hemos tenido de él hasta el estreno en 2007 de El número 23, un inquietante thriller en el que el personaje de Carrey se obsesiona con una novela, cuya trama parece estar calcando al dedillo las vicisitudes de su existencia.
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